¿De verdad tenemos el poder de elección? Segunda Parte

Continuación de la Primera Parte.

Primero que nada, reconoce dónde sí tienes poder: tú (como individuo) *no* tienes el poder de controlar el resultado de ninguna situación, nunca (recuerda la enseñanza de la que hablo en la Primera Parte, que dice que solo hay un Hacedor, que no eres precisamente tú, al menos no en la forma en que crees serlo). Por lo tanto, la fracción de condicionamiento que resulte ganadora en una determinada batalla en tu mente no es algo que esté bajo tu control. Sin embargo, lo que puedes hacer es dedicar cada vez más energía a las verdades y los valores que en última instancia quieres que resulten victoriosos a largo plazo, es decir, que puedes fortalecer aquellos condicionamientos espirituales que al mismo tiempo debiliten tus viejos condicionamientos autodestructivos. Todo esto lo haces al clarificar tu aspiración: recordarte a ti mismo una y otra vez qué es lo que realmente quieres en lo más profundo de tu corazón. También es importante no insensibilizarte de tu propio sufrimiento a través de la auto-distracción, ya que el estar en contacto con tu sufrimiento es uno de los recordatorios más efectivos de aquello que realmente quieres. A medida que la flama de la aspiración arde con mayor intensidad, más fácil será que nuevos condicionamientos saludables ganen terreno (esto es porque en términos neurológicos, son esos caminos los que se potencian al recibir más energía). Enfócate en la aspiración en lugar de preocuparte por “tomar la elección correcta”.

Pero aquí viene la objeción: ¿pero acaso este enfoque no involucra la elección de fortalecer tu condicionamiento espiritual? En cierto sentido sí, pero no como una elección individual/egoica –ya que lo único que estás haciendo es dejar que la Vida haga lo que en última instancia quiere hacer a través de ti (conocerse plenamente a sí misma). Estás permitiendo que Dios haga las cosas a su manera contigo, por decirlo de alguna forma. Al final podrás ver que este proceso es inevitable, y que tiene una conclusión preconcebida. No puedes meter la pata, y en este sentido, la elección es una ilusión. Cuando le das energía a esa ilusión (por ejemplo, a través de la preocupación), tu proceso se ralentiza, como ocurre siempre que tus creencias no están alineadas con la realidad.

Hay un paso que va aún más allá. Las enseñanzas espirituales (cuando están en su mejor punto) generan un conjunto de condiciones que reflejan de manera más efectiva el patrón profundo de la realidad. ¿Pero acaso la tradición no enseña que existe un escape final (mokṣa) a todos los condicionamientos, una fusión con el patrón mismo, que nos libera de la necesidad de “espejos”? Sí, eventualmente las enseñanzas que has internalizado deberán disolverse en la experiencia directa del flujo divino. En esta etapa, las enseñanzas ya no son necesarias, puesto que tú ya encarnas su espíritu y su fuente, y su articulación verbal resulta absurda o en el mejor de los casos una pálida aproximación. En este punto no hay más lucha ni debate, y curiosamente, la ilusión de la elección tampoco existe ya—para el ser liberado solo hay una cosa qué hacer a cada momento, y no necesita determinar mentalmente qué es, pues yace desnuda y clara frente a uno, brillando con toda precisión, momento a momento. Y es aquí donde surge la más grande paradoja de todas (desde la perspectiva de la mente), el ser despierto experimenta el Poder de la Autonomía como la esencia del Ser, y sin embargo nunca se encuentra a sí mismo en el punto de tener que hacer una elección (excepto cuando no hay una consecuencia significativa en cuanto a una u otra alternativa). No obstante, esta paradoja ocurre solo cuando definimos elección como “debo escoger entre opción A y opción B”. Lo que el ser despierto experimenta es que Dios/la Vida/la Consciencia ha elegido con entusiasmo convertirse en el todo del momento presente, y que, de entre sus infinitas posibilidades, ha elegido someterse al patrón (es decir, las leyes) de este universo, y consecuentemente, al final elige fluir hacia la acción que constituya el mayor beneficio para todos los seres, momento a momento, que es la razón por la que “las opciones” en el sentido convencional de la palabra no figuran para el ser despierto.

Resumamos. En el discurso espiritual cotidiano, los maestros y orientadores como yo le dicen a la gente “tienes el poder de la elección, de volverte saludable, de moldear tu destino”, y les decimos esto porque deseamos empoderarlos. Sin embargo, tal cosa puede resultar contraproducente al conferir la carga de tomar la decisión “correcta” y establecer un patrón de auto enjuiciamiento y auto condena derivado del hecho de no realizar la mejor elección, y este mismo patrón también puede ser dirigido hacia otras personas (después de todo, ¿quién puede estar más lleno de prejuicios que alguien religioso?, y en este punto los yogīs no son la excepción). Además, niega la verdad fundamental de que el individuo no posee control alguno sobre el resultado de ninguna situación, incluyendo la forma en que su cuerpo y mente responderán al estímulo. La mente y el cuerpo actúan de acuerdo con los condicionamientos –ni siquiera puedes elegir los pensamientos que surgirán en tu mente, muchos menos tus acciones. Algunas veces puedes dirigir un tren de pensamientos, pero no puedes pre-seleccionar la gran mayoría de los miles de pensamientos que tienes por día. A nivel de cuerpo-mente, solo estás reaccionando constantemente a los estímulos con base en tu propia programación. Si dos conjuntos distintos de programación te ofrecen dos respuestas diferentes ante una situación determinada (por ejemplo: golpear a la persona o decir “¡me siento muy enojado ahora mismo!”), se impondrá el programa cuya activación sea más intensa. Recuerda, la sensación de que eliges no significa que de hecho estés eligiendo (diversos experimentos han demostrado que el cerebro realiza la elección antes que te des cuenta de ello a nivel consciente). Habiendo dicho esto, cuando dos piezas de condicionamiento equivalentes en fuerza se contraponen (lo cual es raro), debes ser capaz de inclinar la balanza a través de un “acto de voluntad” que provenga de un lugar más profundo (un poco de espacio de acción para el libre albedrío). La tradición dice que dos karmas opuestos con fuerzas iguales le dan a la gracia la oportunidad de anotar (ver, por ejemplo, el Kirana-tantra).

Mucho más importante que todo esto es el hecho de que tú TIENES un gran poder de elección en dos formas muy significativas, que a largo plazo se traducirán en una GRAN diferencia:

1) Puedes elegir qué “ángulo de percepción” adoptar en torno a la situación presente. En otras palabras, puedes elegir la visión con que vas a abordar el hecho, ya que cada visión genera de manera automática una actitud o estado energético correspondientes, de tal forma que elegir tu ángulo de percepción es elegir tu actitud, y algunas actitudes te dan más energía con la cual trabajar. Todo esto es de crucial importancia (por supuesto, el que seas capaz de recordar elegir tu ángulo de percepción y tener la energía para hacerlo en cualquier momento, es algo que está más allá de tu control por completo, así que, de nuevo, no tiene ningún sentido caer en la auto condena ni en la auto adulación).

2) Puedes elegir cómo reacondicionarte –puedes seguir absorbiendo estímulos (por ejemplo, la compañía de seres despiertos y sus escritos) que eventual e inevitablemente resultarán en una reestructuración radical de todo tu ser, en particular si te enfocas en aquellos estímulos que clarifican y revitalizan tu aspiración más profunda.

Si los dos últimos ejemplos “en realidad” constituyen el libre albedrío no es para nada irrelevante, y de hecho es muy efectivo considerarlos como algo que está dentro de tu poder de elección, ya que ambos nos muestran formas de elegir dónde colocar la atención, y es aquí donde podemos ver por qué el “Poder de la Autonomía” (svātantrya-śakti) es un poder que se le atribuye a la Consciencia, más que a la mente o al cuerpo. El simple y sutil acto de elegir hacia dónde llevamos nuestra atención es justo donde podemos ejercer la mayor libertad, e incorporar esta sencilla elección tiene, conforme avanza el tiempo, el poder más grande para moldear nuestro destino.